Pero Rafa Nadal no puede sentirse descontento. Sobre la misma superficie en la que el año pasado no sumó un set, en su mejor año ha alcanzado la final y le ha robado un set a Federer. El primero en todo el torneo y el primero en sus tres enfrentamientos directos sobre pista dura y cubierta. Mantiene una holgada ventaja de 3.305 puntos, que le permite mirar al resto desde el primer puesto durante mucho tiempo.
lunes, 29 de noviembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
Federer recupera su título en Basilea
Un valor seguro
En marzo de 2009, después de superar con solvencia a Novak Djokovic en la eliminatoria de Copa Davis contra Serbia en Benidorm, David Ferrer casi se autodescartaba como un potencial top ten en el futuro. Tenía entonces 25 años y acababa de alcanzar la final en Dubai. Argumentaba que cada vez se hacía más difícil estar arriba. Venía a decir, con su habitual y sincera humildad, que poco a poco se iba a ir quedando sin sitio en la élite. No estaba tan lejos su final en la Copa Masters de 2007 contra Roger Federer, después de ganar en el round robin a Nadal, a quien había derrotado también en el Abierto de Estados Unidos, donde alcanzó las semifinales. No tan atrás tampoco su apellido con la etiqueta del cuatro en los papeles, en febrero de 2008.
De su talante algo masoquista y autodestructivo se ha escrito mucho, desde los comienzos, siempre con Javier Piles en su rincón. Recuerdo su enfrentamiento con Gastón Gaudio, en la tercera ronda de Roland Garros 2005, un año después de que el argentino levantase la copa. Fue en la pista 1, un lugar donde el espectador puede disfrutar del juego en carne viva. Ferrer se llevó en cinco sets un partido que ninguno de los dos parecía querer. Los monólogos durísimos de uno y otro contra sí mismos, los diálogos con sus entrenadores, las manifestaciones explícitas de su estado de desesperación, convirtieron la arena en un diván. "No te preocupes que tu jugador va a ganar", llegó a decirle el propio Gaudio a Piles cuando era el bonaerense quien mandaba en el marcador.
Ferrer perdió hace poco ante Fernando Verdasco en los octavos del Abierto de Estados Unidos una confrontación que dominaba por dos sets a cero y break arriba en el desempate del tercero. Llegó a decir en la rueda de prensa, en una expresión directamente escatológica, que había tenido miedo al triunfo. Es sincero. Va de frente. Se inmola más de la cuenta, más de lo que su tenis coriáceo y altamente competitivo merece. Tres años después de aquella colosal actuación en la Copa Masters de Shanghai, el jugador de Jávea regresa al grupo de los elegidos. Salvo improbable catástrofe, estará ahí, junto a Nadal, Federer, Djokovic, Murray... Junto a la creme de la creme.
Tenía que hacer al menos final en Valencia y ha ganado el torneo. Lleva más de un lustro sin bajarse del puesto 17. Es un jugador regular, creíble, que sabe utilizar sus argumentos, que no suele perder ante rivales de menor cualificación ni desaprovechar las oportunidades que él mismo sabe crear. Es un tenista que ha evolucionado de manera soberbia para pasar de figurar como un especialista de tierra batida en los comienzos a un tipo capaz de vencer a Robin Soderling en pista cubierta. Es un profesional de primera, extremadamente aplicado en el entrenamiento. Le vimos también, en Bremen, en una eliminatoria de Copa Davis frente a Alemania, saliendo a correr a media tarde, por libre. Cada uno de los triunfos de David Ferrer envía un mensaje muy noble, estimulante para la gente que empieza. Lejos del vedetismo y la indolencia que limita la proyección de algunos de sus contemporáneos, el tenista de Jávea transmite valores genuinamente deportivos, reivindica, sin necesidad de hacer pedagogía, la ética del trabajo, demuestra que el éxito no es patrimonio exclusivo de quienes poseen un excepcional talento.
http://www.elmundo.es/blogs/deportes/sinred/2010/11/07/un-valor-seguro.html